Project Description

Actuación sobre los espacios vinculados al acceso sureste por el Callejón del Niño Perdido

Madrid (2023)

En 1596, Bajo el reinado de Felipe II, se comienza a construir el Albergue Hospital de Pobres en la confluencia del Prado Viejo con la calle Atocha. En 1603, con la obra inacabada, el edificio se convierte en el nuevo Hospital General, con el traslado de los primeros enfermos desde el viejo Hospital General de la carrera San Jerónimo, atendido por la orden hospitalaria de Bernardino de Obregón.

Según una leyenda, en las dependencias de este Hospital, vivía recluida una mujer viuda con su hijo pequeño; tras una orden real, la mujer fue obligada a abandonar este centro para ser internada en otro. En el momento del traslado, el niño se encontraba jugando en el desván de las dependencias, con la mala suerte de que quedó encerrado allí. La madre angustiada hizo buscar y rebuscar, pero no hubo fortuna y se dio al niño por desaparecido. Una noche a Fray Bernardino de Obregón, le sobrevino en su sueño la visión de un niño encerrado, a punto de morir. Al amanecer, siguiendo su intuición llegó hasta el Hospital General, dónde subiendo al desván, echó la puerta abajo y encontró al niño Perdido, salvándolo cuando estaba casi moribundo. Tras este milagro, el niño volvió sano y salvo junto a su madre y corrió la noticia por todo Madrid. Desde entonces el callejón donde se situaban las dependencias donde fue encontrado el pequeño, pasó a llamarse del Niño Perdido.

Ya en 1567 se había fusionado el hospital de la Pasión, dedicado a mujeres, situado en la actual plaza de la Cebada junto a la iglesia de San Millán, con el hospital General, dedicado a hombres, situado al final de la calle Atocha. En 1636, con la necesidad de aumentar el número de camas del hospital de mujeres, este se traslada a un solar junto al Hospital General, ocupando lo que fueron las casas de un tal Juan Luis Gaytán de Ayala, junto a la Cárcel Galera de mujeres. Allí permaneció el Hospital de la Pasión, contiguo al que sería pabellón de Sabatini del Hospital General (actual Conservatorio Nacional de Música), hasta que en 1831 fue demolido para la construcción del futuro Colegio de Cirugía San Carlos.

En 1907, cuando el edificio era dedicado a la Facultad de Medicina de la capital, se instala el primer Depósito de Judicial de Cadáveres de España, en los espacios de planta baja y semisótano que quedan en la esquina entre las calles Santa Isabel y Niño Perdido, con acceso directo por este último. El proyecto es realizado por el arquitecto Luis Mª Cabello Lapiedra, tomando como modelo la morgue de Paris, implantando importantes avances en higiene y salubridad, como un moderno sistema de ventilación o una cámara frigorífica de gas amoniaco inventada por Carré. Este depósito judicial seguiría siendo utilizado como tal hasta finales de los años 70.

En 1950, con el traslado definitivo de la facultad de Medicina a Ciudad Universitaria tras la Guerra Civil, parte del edificio quedaría como sede del Colegio de Médicos de Madrid, con un estado que se irá deteriorando progresivamente hasta finales de siglo. En 1986, la parte restante del edificio se cedió al Instituto de Administración Pública que llevó a cabo obras de rehabilitación parcial en su parte del edificio hasta 1991. Finalmente, el ICOMEM, hizo lo mismo en su sede, y fue el arquitecto Jose L. Íñiguez de Onzoño quién realizó las obras de reestructuración de buena parte del edificio entre 1993 y 1995.

El espacio vinculado al acceso por el Niño Perdido, tras la reforma de los años 90, quedó destinado a zona de formación y consulta médica de reconocimiento. Durante las primeras décadas del siglo XXI, esta zona derivó en un trastero para almacén de materiales y mantenimiento, sobre-compartimentado y de techos bajos que impedía si quiera llegar a imaginar, las características espaciales del edificio original.
En 2023, comenzó la última reforma del espacio para nuevos usos colegiales y la adecuación del acceso por el Niño Perdido. Durante la fase de demolición, apareció la estructura de pórticos de madera de la construcción original, así como tres arcos encamonados perpendiculares sobre un pilar cruciforme de fábrica. También, se descubrieron dos huecos de ventana, uno de puerta y una hornacina, en el muro que comunica con lo que fue un antiguo patio entorno a la fachada exterior del Pequeño Anfiteatro. Además, aparecieron refuerzos estructurales con pilares y vigas metálicas que apuntalan el pórtico de madera y los forjados, realizados durante las obras del 94. Todo ello había de ser integrado en el proyecto, con especial dedicación a la puesta en valor espacial original y la protección del patrimonio:

  • Por un lado, para la recuperación del espacio original, era imprescindible restablecer la lectura de los elementos estructurales históricos como el pórtico, los arcos y los huecos aparecidos; integrando los refuerzos del 94, y los nuevos sistemas de instalaciones de acuerdo a los objetivos de higiene y salubridad. De este modo: el pórtico se rehabilitó y se utilizó la estructura de refuerzo para instalar un cerramiento de vidrio; se aprovechó la curvatura de los arcos para la integración de los nuevos techos abovedados; la compartimentación de los espacios menores se realizó mediante cajas insertadas en el volumen completo del espacio original; y se recuperó la altura original de los techos.
  • Por otro lado, se recuperó el diseño de las ventanas originales de las fachadas que dan a las calles de Santa Isabel y Niño Perdido, con la restitución de las carpinterías históricas de madera y enrejados originales. Además de recuperar el diseño original de las ventanas, se integró en la parte superior de las carpinterías, un discreto espacio para resolver la renovación del aire interior. Solución de respiración perimetral en un edificio histórico a través de una fachada protegida, casi imperceptible, que fue valorada muy positivamente por la CIPHAN.
  • Por último, junto a la recuperación espacial y de elementos históricos, se dispuso de una iluminación con lámparas esféricas, que evocaban las luminarias empleadas en el propio Hospital General durante la primera mitad del siglo XX.
    De este modo se consigue poner en valor el carácter patrimonial de este espacio, a través de los elementos que recuerdan el eco de las sucesivas capas de su fascinante historia: desde la leyenda del Niño Perdido, pasando por la composición arquitectónica original de Pérez Cuervo, hasta el singular carácter adquirido como depósito Judicial durante el siglo XX.